miércoles, 13 de agosto de 2008

"Ojalá nunca hubiera ganado el Tour"

La historia de Roger Walkowiak es relativamente conocida: carambola increíble para un ganador inesperado. Pero detrás de la anécdota se esconde una de las historias más crueles del Tour de Francia, que se extendió durante cuarenta años como una sombra para su protagonista y víctima.Es la historia de cómo un triunfo mayúsculo envenenó la vida de un ciclista humilde, a quien no parecían destinadas semejantes glorias.

En la foto, Walkowiak confirma en el espejo del hotel que lo que le acaban de vestir es el maillot amarillo.


Durante el Tour me pidieron que colgara en el blog la historia de Walkowiak. Llega con mucho retraso, pero aquí va.

“Ojalá nunca hubiera ganado el Tour”

Después de cuarenta años de silencio, Roger Walkowiak aceptó hablar de nuevo ante una cámara. En el salón de su casa, aquel anciano menudo repasaba anécdotas ciclistas, y la cámara recordaba, a pesar de las canas y las arrugas, aquella cara redonda de niño tímido -pelo ensortijado, orejas desplegadas y una sonrisa apenas esbozada-, aquella cara infantil que a mediados de los años cincuenta se asomó, asustada por una fama repentina, a todos los diarios, las revistas y los cines franceses. Tras un buen rato de charla y rodeos cautelosos, el periodista arrimó una pregunta a la llaga de Walkowiak: su Tour victorioso de 1956. “Nunca hablo de aquel Tour, ni siquiera con mi mujer”. En el silencio angustioso que siguió a esta declaración, la cámara se acercó al rostro de Walkowiak, que enrojecía por momentos. Le temblaron las mejillas, escondió la cara en la palma de su mano izquierda y rompió a llorar. “Nadie sabe cuánto sufrí”.


Cuarenta años antes, la misma cara de niño temeroso apareció en la televisión: en la octava etapa de aquel Tour, al desconocido Walkowiak le acababan de vestir su primer maillot amarillo y se le acercó la cámara. El ciclista, incómodo, escondió la mirada entre los radios de su bicicleta y asentía con la cabeza gacha a las preguntas. El periodista, impaciente porque Walkowiak apenas pronunciaba monosílabos, le recalcó la importancia del momento como quien regaña a un chaval: “Roger, eres líder del Tour de Francia. Miles de personas te están viendo y quieren saber qué sientes con el maillot amarillo puesto”. Walkowiak se llevó las manos a la cara y balbuceó unas palabras: “Es increíble, no puedo creerme lo que ha pasado, es increíble...”. De pronto, ante un sollozo incontenible, el periodista tuvo que dejar el micrófono para recibir el abrazo de Walkowiak, quien lloraba sin parar de repetir “es increíble, es increíble...”.

>Cómo ganó el Tour y cómo lo lamentó el resto de su vida, en tres páginas.

> El texto es un capítulo del libro Plomo en los bolsillos.

(Epílogo feliz, 52 años después. En el reciente Tour, la organización invitó al anciano Walkowiak al podio de la etapa de Montluçon. Allí vistió el maillot amarillo a Sastre, recibió el aplauso del público y se reconcilió con el Tour).

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Por fin! Gracias.

Antonio M. dijo...

A mí Google Docs me censura el acceso. Ya estás como los chinos en Pekín (Hágase notar que no he puesto Beijing). ¡Libertad de expresión ya!

Ah, y tirón de orejas: está disminuyendo el ritmo de publicación de entradas. Los que no tenemos vacaciones sufrimos mucho estos silencios tan prolongados.

leitzaran dijo...

Otros deportes, sin duda, tienen más fama. Pero en ninguno se ve tal sufrimiento como en el ciclismo.

Me gustaría ver a los futbolistas (por poner un ejemplo) luchando y penando como los txirrindularis, pero en la misma proporción en que sus ingresos son mayores que los de los forzados de la ruta. No aguantaba ni dios.

Ander Izagirre dijo...

He pasado un día y medio silvestreando por el monte y no he podido arreglar el enlace hasta ahora. Ahora, si pincháis, podéis leer la historia de Walkowiak.

Ander Izagirre dijo...

Alguien ha intentado comprar el libro "Plomo en los bolsillos" por internet, pero ya es imposible. Lo han descatalogado. Si alguien más lo quiere, me temo que soy el proveedor universal: que me escriba.

Anónimo dijo...

Es verdad. No aparece ni en el iberlibro.com... Eso quiere decir que quienes lo compraron no lo sueltan.

Anónimo dijo...

Cuando leí Plomo..., recuerdo que Walkowiak me dio mucha pena. Me alegro de saber que, de alguna manera, ha hecho las paces con su pasado.

Natilla dijo...

Ahora que vuelvo a leer la historia de Walkowiak, recuerdo que lo que me gustó de ella: vi que los triunfos que uno anhela pueden resultar en fracasos.
Te lo digo de nuevo, me encantó el libro, no me había imaginado ese mundo tan interesante del ciclismo.

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