martes, 22 de julio de 2008

"No pude contra aquellas fieras bien alimentadas"

El menú de hoy y mañana incluye cinco platos fuertes: Lombarda, Bonette-Restefonds, Galibier, Croix de Fer y Alpe d'Huez. Adelantemos el postre: aquí va la historia de Vicente Blanco, el Cojo, un hombre capaz de pedalear desde Bilbao hasta París para salir en el Tour al día siguiente y capaz de llorar porque no le habían avisado de que en los postres había arroz con leche. Un ciclista que se dopaba con bacalao y que ganó un campeonato de España rompiéndole la punta a un lápiz.


La gran bilbainada de Vicente Blanco, el Cojo

Los pies de Vicente Blanco eran dos puros muñones. En 1904, cuando tenía 20 años y trabajaba en la siderurgia La Basconia, una barra de acero incandescente le entró por el talón izquierdo y le atravesó el pie hasta los dedos. Los músculos se le fundieron en un amasijo de carne quemada. Pocos meses después, Vicente volvió al trabajo en los astilleros Euskalduna y los engranajes de una máquina le trituraron el pie derecho: le amputaron los cinco dedos machacados. Pero Vicente era de Bilbao.

Y Vicente, alias el Cojo, se empeñó en correr el Tour. Después de sus accidentes, volvió a trabajar de botero en la ría bilbaína, y un día recogió de la chatarra una bicicleta sin neumáticos. Como no tenía dinero para comprarlos, ató las sogas del bote alrededor de las llantas y empezó a entrenarse. Se lució en las carreras más prestigiosas de la época (Pamplona-Irún-Pamplona, Vuelta a Cataluña, Irún-Vitoria-Bilbao-Irún), incluso ganó los campeonatos de España de 1908 y 1909, con la camiseta de lana de la Federación Atlética Vizcaína. Pero se hizo famoso por los continuos trompazos que se daba -“su cuerpo tiene más cicatrices que todos los toreros de España”, dijo el diestro Cocherito- y, sobre todo, por sus fanfarronadas. El cronista Ángel Viribay cuenta cómo Vicente se presentó en la salida de una larga carrera en Bilbao y anunció a voz en grito que saldría sin avituallamiento, para dar ventaja a sus rivales. Nadie sabía que unas horas antes sus amigos habían ocultado cazuelas de bacalao en diversos puntos del recorrido. El Cojo se escapó pronto, por el camino devoró a escondidas las tajadas de bacalao y llegó primero con muchos minutos de margen. Para completar el circo, entró en meta con un perro atado a su manillar.

>La historia sigue aquí.
>Es un capítulo del libro Plomo en los bolsillos.

(La foto la he sacado de aquí).


7 comentarios:

Anónimo dijo...

Aqui tambien se cuenta la misma historia. Creo que lo ha copiado de otro blog, pero la verdad es que la historia merece la pena.

http://fotoruffian.blogspot.com/2008/07/una-historia-del-tour.html

Anónimo dijo...

Lo increible de todo lo que se cuenta en Plomo es que es pura realidad. El libro es una tragicomedia, Ander.
Itzel!

Ander Izagirre dijo...

Albardäo, ¿no ha habido ningún ciclista berritxuarra? Sería tremendo verlo subir el Tourmalet con una bombona de butano al hombro.

Anónimo dijo...

Hubo varios en aficionados; recuerdo que uno se llamaba Ezkerra porque en los esprints siempre adelantaba por la izquierda. Más tarde se exhibieron dos de nuestra cuadrilla, dos primos; uno era malo y el otro bueno. El malo acostumbraba a escaparse y a falta de unos metros para la meta se tiraba al suelo, sorprendiendo a los escapados, algunos de los cuales caían con él. Eso propició alguna que otra victoria de su primo, el bueno. Éste se lo agradeció clavándole un anzuelo en el labio. Esto prueba que la pesca de la loina puede ser más peligrosa que el ciclismo -y que uno de los primos era más "primo" que el otro-.
De todos modos en Berriatua siempre hubo afición a las dos ruedas y a los animales, que no son incompatibles. En mi caserío se guarda un cuadro de un desafío entre un ciclista y un caballo. Mi abuelo, Teodoro, organizaba todo tipo de chanchullos, y cuando le salían mal siempre tiraba de una gran frase: "Igual dan kasun, ardaua basun".
Loroño fue gran amigo de mi abuelo, y nos visitaba cada año. Una de las pruebas más duras del calendario aficionado vasco era la carrera de Santa Kurutz -no sé si se sigue organizando-. La organizaban los cofrades de la ermita que está pegada a mi caserío, Santa Kurutz.

Ander Izagirre dijo...

Beruna patriketan, albardäo!!

Me he partido de risa con la táctica de los primos. Deja a lo vikingos y a los vascoides del siglo IX y ponte YA a escribir una crónica de Berriatua: ése es tu filón. Te voy a pasar un libro que estoy leyendo ahora y que puede ser un modelo adecuado para ti.

Anónimo dijo...

Escribo crónicas viejunas en la revista local. Berriatua ha cambiado mucho en 25 años -y en 75 mucho más-, y me da pena que aquella otra geografía se quede en el olvido.
La generación de mis abuelos era de otro mundo. Dudo que en adelante se pueda dar un salto generacional tan grande.
Pásame el libro, please.

Marc Roig Tió dijo...

Yo me quedo con la historia del lápiz. Es jugar un poco sucio pero es demostrar que la victoria no siempre se la lleva el más fuerte si no el que combina mejor la fuerza con la inteligencia.

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